lunes, 8 de abril de 2013

Esta noche (atardece en Galata).

Sonó el despertador a las 08:43, porque como algunos privilegiados sabemos, nunca pones el despertador a las horas en punto, o dos minutos antes, o dos después.
Tienes puesto Nueva York como sonido del despertador. Empieza tan suave que te cuesta un ratito salir de la cama, pero te gusta.

Un café con leche fría, dos de azúcar y un cruasán (de esos que vienen envasados con tanto aire que dan ganas de explotar al vuelo).

Es de día, luce el sol, y prefieres ir andando al trabajo, cuando salgas, tendrás ganas de caminar por el centro mientras comes un helado de la heladería "Mr glass", sabor: frutos rojos.

En las ocho horas de trabajo, nada destacable, papeleo, llamadas, visitas, y en el menú del día del comedor de la empresa, tienen merluza con guisantes para comer. Suerte que el postre es flan con nata (con lo que a ti te encanta el flan, aunque, para que engañarnos, aún más la nata).

El reloj alcanza la hora perfecta para que, tras enloquecer con ese helado, nos encontremos en la parada de la línea 2 de metro.

Tu me hablas de comprar. Y yo te cuento que prefiero comer. Tu, un ramo de violetas de la floristería de la esquina. Yo, a ti.

"- Mejor te vienes a mi casa, y te enseño cómo es eso del amor."

Cuadros, fotos, un tablero de ajedrez, de cristal. Una mesa de dos metros, y una cama de 1'05.

Primero tus ojos. Luego, aquel lunar detrás de la oreja izquierda. Tras él, el hoyuelo que se ve en tu sonrisa. Y por último, tus abrazos.
Todo se enamoró de mi esta noche.

Por fin estábamos juntos. Por fin, y para siempre.

Yo ya te quise mucho antes de conocerte. Tu, tu me quisiste antes de besarme. Y para mi, el resto de mis besos, tendrían todo tu amor. Todo nuestro amor.




DmN.

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Acariciame el alma...